El amor a la comida puertorriqueña, que viene de la mano con los recuerdos de su niñez, fue lo que motivó a Derick López a iniciarse en el difícil negocio de los restaurantes y a convertirse en el ya popular y conocido “Freakin Rican” de Nueva York.
Nacido en El Maní, Mayaguez, hace 40 años, y criado en el Sur de El Bronx, López creció con la meta clara de tener un local como esos a donde lo llevaban sus padres cuando querían saborear algún plato de la isla que habían dejado atrás. “Desde niño yo siempre decía que quería tener un cuchifrito, porque los recuerdos más lindos que tengo son cuando iba a El Bronx a comer alcapurrias, pasteles. Yo sabía que eso era lo que quería hacer, solo que no pensé que iba a ser así tan grande”, dice.
Y es que lo que empezó como un sueño se materializó en una marca que comenzó como parte de las muchas ferias y festivales de comida que se realizan en Nueva York, y que hoy en día cuenta con una línea de productos que va desde adobo, sofrito, gorras y tazas; un canal de YouTube con videos sobre cómo preparar las recetas, y hace ya un año, con el primer restaurante The Freakin Rican, ubicado en Queens.
Pero llegar a donde está ahora no ha sido fácil. El primer intento de tener su propio local, al que llamó “Mi Isla”, también en Queens, no llegó al año de vida, fracaso que el comerciante puertorriqueño atribuye a su poca experiencia. “No sabía todas las cuentas que venían con un negocio”, dice.
En ese primer negocio ya contaba con la ayuda y el apoyo de su actual esposo, el colombiano Víctor Vargas, de 30 años, quien ha sido parte vital en el desarrollo de la marca desde sus inicios. Luego del cierre de “Mi Isla”, López volvió al mundo del maquillaje, donde se desempeñó por mucho tiempo, y Vargas comenzó a trabajar administrando un café en Manhattan. Pero no pasaría mucho tiempo para que el gusanito de la comida volviera a picarle al boricua. “Un día pasamos por un festival de calle y me dijo ‘eso es lo que podemos hacer’, y al día siguiente llegó a la casa con una carpa, freidora, manteles, mesas, de todo”, recuerda entre risas Vargas, sobre como su pareja lo inició en el mundo de las ferias de comida.
El primer festival que hicieron fue en el vecindario de Jackson Heights, para celebrar el Gay Pride, hace ya seis años. Allí vendieron empanadas, alcalpurrias, pasteles, pernil, arroz con gandules, entre otras delicias boricuas. Y desde entonces no han parado, llegando a hacer más de 60 mercados en seis meses y dándose a conocer por su comida y por su divertido nombre, que se lo dio por accidente un amigo de López.
“Quería exponerme, que me conocieran, que supieran nuestro nombre, pero siempre pensando en algo más grande”
Los restaurantes puertorriqueños tradicionales, al igual que sus residentes, han ido reduciéndose poco a poco en la ciudad. Así lo reconoce López. “Nosotros como puertorriqueños necesitamos mostrar que estamos presente y hacer las cosas con mucho orgullo. Yo estoy aquí por y para mi gente”, dice. Y ese deseo de compartir sus tradiciones gastronómicas con algo más grande, además de seguir siendo parte de los festivales, se materializó en Astoria. En un pequeño local de paredes forradas con palmeras muy verdes, un pequeño techo de paja y música salsa de fondo, la pareja recibe, desde hace poco más de un año, a los comensales con un menú muy tradicional boricua.
Los pasteles del restaurante The Freakin Rican, ganadores del primer puesto de la competencia The 2017 Universal Pasteles Contest, son muy populares (fueron celebrados recientemente por uno de los críticos del periódico The New York Times), pero también lo son sus alcapurrias, las papas rellenas, las empanadas, los sorullitos y el chicharrón de pollo.
Entre los platos principales destaca el trifongo, una combinación de plátano verde, plátano maduro y yuca, servido con mojo de ajo y la carne de su preferencia. También hay bistec encebollado, chuletas, camarones al ajillo, salmón, costillas a la barbecue y el infaltable pernil servido con arroz con gandules. Los sancochos llenos de muchas verduras, en un caldo espeso y sustancioso, forman parte de la oferta del local, así como los tostones, los maduros y la yuca frita. Y a la hora del postre, además del típico flan y el siempre presente tres leches, se puede saborear el tembleque de coco o un trozo de budín de pan.
“Es comida casera, hecha a mano, sencilla. No cocinamos de caja, todo, las alcapurrias, papas rellenas, todo es hecho por nosotros”, reafirma López, quien sin estudios formales de cocina ha creado sus propias recetas, las cuales espera compartir algún día en un libro. Pero los sueños no acaban allí. López y Vargas quieren tener por lo menos otros dos restaurantes The Freakin Rican en la ciudad, para luego convertir la marca en una franquicia.
“Quiero hacer esto para mi gente”, recalca López.